Dijeron que tu padre era bipolar. Nunca supiste muy bien lo que eso significaba, pero asumes que, tal vez, haya algo de eso en tu naturaleza, porque a veces te sientes pletórica y otras querrías deslizarte detrás de tus lágrimas.
Tampoco te preocupa en exceso ponerle nombre a eso. Lo que sí era tu padre era sensible. Mucho. Puede que a algunos le pareciera que en exceso. Incluso a él. Pero los psiquiatras prefieren ponerle nombres sonoros y a eso le llaman Trastorno afectivo bipolar.
Escribía. Escribía unos poemas preciosos. Tú también escribes… Y lo que escribes te sale del centro mismo de las emociones.
Sospechas que puede que hayas heredado algo de su bipolaridad, pero no te importa… Allá ellos si necesitan de etiquetas y nombres para las emociones.Tú prefieres quedarte con sentirlas y volcarlas en un papel…
Viajas por la vida como los búhos: con los ojos bien abiertos. Sabes que un día acabará este viaje, así que mientras dure quieres disfrutarlo.
No eres experta en nada, pero sí aprendiz de todo. Tu curiosidad es insaciable. Lees lo que dice Ángeles López, en su libro Trastorno afectivo bipolar:
“Los trastornos del estado de ánimo son más elevados en el caso de los escritores […] El estado de ánimo y la creatividad se transmiten genéticamente […]”
Así que concluyes que ni tu padre ni tú sois bipolares, que solo es que sois creativos. Tal vez algo más sensibles afectivamente, pero nada más ¡Que mira que complican las cosas los médicos!
A veces te sientes eufórica y otras tristísima, pero es normal. Tienes las ganas de vivir sin desgastar aún, ¡y las de ser feliz!, pero toda tu generación está pasando por un momento crítico.
Tenéis demasiadas preguntas sin respuestas. Demasiados ideales guardados en el fondo de un viejo baúl, cubierto de adhesivos, donde guardaste también la guitarra, los elepés de Dylan y Janis Joplin y los libros de Huxley y Kafka junto a los de poemas de Miguel Hernández, que finalmente casi agujerearon las polillas, como tu rebeldía.
Nada es lo que parece. Te sientes defraudada por el statu quo que os vendieron. Decepcionada con las historias de amores eternos de las que te hablaron; decepcionada con la supuesta democracia que creísteis la solución, el soplo de aire fresco y de honestidad que esperabais y que acabó por ser más de lo mismo.
Sabes que tenéis muchas más adherencias de las que imaginabais. En concreto, tú, que eres un poco hippie como tus ídolos de adolescencia, un poco mística, otro poco idealista y con cierto poso del puritanismo trasnochado que mamaste. Y unas alas muy cortas, que a estas alturas no sabes apenas volar. Esto último tal vez no es culpa de nadie, solo la consecuencia lógica de haberlas ejercitado poco.
Fuiste rebelde cuando tocaba, que para eso están la adolescencia y las dictaduras —solo lo justo, no te me vengas arriba, que eras solo una cría— aunque tal vez un poco más de lo que resultó cómodo a tus padres; pero es que por aquel entonces tenías muchas preguntas para las que encontrabas pocas respuestas.
Luego te serenaste. O te adaptaste. ¡Vete a saber! Puede que heredases también – no sé esta vez si por parte de madre o más bien de las profesoras que tuviste en el colegio- el sedimento dejado por lecturas, dudosamente recomendables, como La perfecta casada con las que adoctrinaron a las señoritas de bien de su generación.
En todo caso, si te trasmitieron algo de eso no las haces responsables, que bastante tuvieron las pobres con semejantes lecturas. Cuando lo piensas, crees que tú ni siquiera fuiste rebelde del todo; al menos, no de nacimiento, pero has decidido serlo antes de que sea tarde y aunque sea a deshora. Aunque algunas veces se te enreden las emociones y no tengas muy claro si es para echarse a reír o llorar.
Parece que psiquiatras y psicólogos se han puesto de acuerdo en ponernos etiquetas. A todos. El que esté libre de trastornos, que tire la primera piedra. Que no vas a ser tú quien diga que no tengan razón, que para eso han estudiado los entresijos de la mente; pero estás convencida de que es algo excesivo, porque, ¿quién decide los límites de la normalidad? Es más, ¿habrá alguien que consideren normal? Así que te echas a la espalda cualquier sospecha de bipolaridad mientras cantas All you need is love y te encoges de hombros, diciendo: ¿Y qué, si lo fuese? ¿Estás seguro de que tú no? ¡Será que tú no escribes!
Muchas gracias Toya.
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A ti por leerlo… ¡¡¡Guapaqueres, madre!!!! Arriba, Reme 😀
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Me gusta mucho tu reflexión, todos tenemos alguna pincelada artística que muchas veces ha quedado subyugada a la razón… en la medida en que la dejemos fluir libremente crecerá nuestra creatividad…
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Sí, creo que a mí me llegó la hora de acallar a la razón y dejar que sea mi «vena artística» quien se haga con los mandos. Gracias por tu comentario, Frederic 🙂
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