Hace unos días tuve el “dudoso privilegio” de estar presente en un juicio. Digo dudoso, porque aunque fue una experiencia enriquecedora ver como se dirimen las cuestiones en ese ámbito, también me llevó a hacer algunas reflexiones complejas sobre la verdad, el comportamiento humano y sobre nuestras emociones y actuaciones.
Podemos extrapolar lo que voy a decir al mundo más allá del litigio jurídico:
La persona a quién se juzga, independientemente de que a posteriori se le declare inocente, vive en un estado que resulta difícil de imaginar. El ser acusado implica, para empezar, ser “sospechoso” de aquello de lo que se le ha acusado, pero es que incluso —y he ahí la paradoja— en muchos casos, esa sospecha continuará más allá de la declaración de inocencia. La situación que deriva de ser acusado es un daño moral y emocional que sería difícil de cuantificar porque, la sospecha, será algo que difícilmente morirá con la sentencia, aun siendo absolutoria. Todos hemos oído aquello de:
“difama, que algo queda”
pero es que, lamentablemente, esa es la realidad.
No voy a hablar de la posible manipulación de la verdad por parte de quien acusa ni voy a poner en duda sus argumentos, porque tampoco quiero entrar en explicar los detalles de ese juicio en particular al que asistí, sino que voy a intentar ir un paso más allá.
La verdad, como todo en esta vida, es relativa. Un amigo me dijo un día: Piensa que lo que para mí puede ser “la verdad”, tal vez no lo sea para ti. He vuelto muchas veces a esa idea, porque me parece una interesante manera de intentar entender al otro. Y porque mi verdad siempre parte de la información de la que dispongo de modo que, aunque obre de buena fe, puedo no tener toda la información necesaria para determinar el grado de consistencia de «mi verdad».
Casualmente he estado leyendo estos días «La verdad sobre el caso Harry Quebert». Una novela en el que queda patente que cuando no se posee toda la información, es fácil encontrarse con multitud de verdades que se van relevando unas a otras y cada vez se presentan como una verdad definitiva.
Por otro lado hay muchos factores que pueden influir en la manera en que percibimos algo. Me explico… Confucio decía:
“No vemos las cosas como son. Vemos las cosas, como somos”
Muchas veces la narración de un mismo hecho puede ser diametralmente opuesta dependiendo de quién la exponga, porque el hecho tenderá siempre a ser presentado desde la interpretación y desde las experiencias vividas por el observador y/o narrador, que indudablemente habrán ido conformando su manera de percibir un hecho.
En el caso del juicio al que me he referido, los mismos hechos presentados por la acusación era una “verdad” solo tangente a la “verdad” de la defensa. Había un punto en el que convergían, pero ahí es misión del juez —en ese caso—dilucidar si ese punto de convergencia puede ser considerado o no delito. Pero, ¿que ocurre en la vida de a pie? ¿Tenemos conocimiento suficiente de todas las realidades antes de emitir un juicio? Me temo que en la mayoría de las ocasiones lo hacemos desde un conocimiento parcial.
No voy a hablar aquí ni los hechos, ni de la consistencia de las argumentaciones presentadas por ambas partes en el juicio; muchísimo menos explicar aquí mis impresiones personales sobre una experiencia judicial, la actuación del abogado de la acusación, de la defensa o del fiscal , sino invitar a quien está leyendo a una reflexión sobre las múltiples caras de la verdad. La verdad suele presentarse de manera poliédrica y dependerá del punto de observación para que la veamos de uno u otro modo.
Dando vueltas a este asunto de la verdad, en algún momento pensé en ella como en un árbol cubierto de chupones. Esa parte que no sólo no le aporta nada al árbol, sino que además le resta presencia y vigor al árbol. Sería el equivalente a esos comentarios personales con los que «adornamos» cualquier narración de unos hechos aunque lo hagamos de manera inconsciente. Narramos la «verdad» que percibimos desde quienes somos. Las experiencias personales condicionan nuestra capacidad para ver o exponer una verdad «desnuda” para entendernos.
Hago hincapié también en el hecho de que, en un juicio, cada parte —acusación y defensa— tienen su tiempo, durante el cuál pueden exponer su visión o interpretación de los hechos. El juez les escucha a ambos. Los presentes no tienen posibilidad de interrumpir o intervenir salvo que se les requiera para hacerlo. Sólo observan, escuchan y callan. En la vida raramente es así.
En algún sitio leí hace poco:
“El problema es que no escuchamos para entender, sino que escuchamos para responder”
Somos muy dados a actuar de ese modo. Creo que entender esto, que es así como solemos actuar, es fundamental si quisiéramos mejorar nuestra manera de escuchar.
En realidad no importa mucho que seamos parte implicada directamente o no en una cuestión: Tendemos a sacar conclusiones y a emitir juicios y, aunque eso es muy natural, el problema es que la mayoría de las veces lo hacemos de manera precipitada y no ya desde la exposición completa de unos hechos sino desde esa verdad subjetiva de quien nos lo ha contado y desde nuestra propia interpretación de esa verdad, condicionada a su vez por nuestras propias vivencias.
Y una vez más, mi intención no era dar respuestas, sino invitar a quien quiera a reflexionar un poco sobre un tema tan espinoso como es el análisis de la verdad y el de la difamación.
La verdad muchas veces es como una obra de arte moderno que nadie ve lo mismo,por eso yo soy de los de ponerse en el lugar de el otro y de sus circunstancias y después de pensar un poco, que hubiéramos hecho nosotros en su lugar, doy mi opinión ,porque las opiniones son como las personas cada uno tiene la suya,y cada uno cree que la suya es la verdadera, es como la religión que cada uno cree que la suya es la única y verdadera.
Por eso la verdad siempre es relativa llena de muchas visiones.
Me gustaMe gusta
Da gusto parar a leer tus reflexiones. Escribes como los ángeles
Me gustaMe gusta
Muchas gracias, Manuela. Escribo como me sale, pero intento hacerlo desde la verdad. Desde la mía, al menos. Gracias por tu comentario :))
Me gustaMe gusta
Genial reflexión sobre la verdad amiga. Qué bien escribes!!
Me gustaMe gusta
Era necesaria, amiga. Me alegra si te ha gustado. :)))
Me gustaMe gusta
Y Olé!
Un tema complicado e interesante el de la subjetividad/objetividad de la verdad.
Por cierto, vaya perla de frase «“El problema es que no escuchamos para entender, sino que escuchamos para responder” 🙂
Un abrazo,
Antonio
Me gustaMe gusta
Es una frase estupenda, de la que desconozco el autor, pero se me quedo clavada. Gracias por comentar, Antonio.
Un saludo 😊
Me gustaMe gusta