«El corazón tiene razones, que la razón no entiende.»
Seguro que lo has escuchado alguna vez… Hace algún tiempo, un buen amigo me habló de cuál era la etimología de la palabra recordar.
RECORDAR viene del bajo latín «recordare», que se compone del prefijo re- (‘de nuevo’) y un elemento cordare formado sobre el nombre cor, c ordis (‘corazón’).
Por lo tanto, recordar es «pasar de nuevo por el corazón». Me gustó tanto que creo que nunca voy a olvidarlo. Ni la etimología ni a quien me la dijo. Es lo bueno de los recuerdos. Re-cordar tiene la capacidad de suavizar las aristas de lo que fue.
Vivimos con demasiadas prisas, aferrándonos a la razón para tomar decisiones rápidas y sin tiempo para pasarlas por el corazón. No digo que esté bien o mal, sólo digo que con frecuencia es así.
Volviendo a la etimología de las palabras, veamos la de amable:
AMABLE (Del lat. amabĭlis) adj. Digno de ser amado.
Hacemos uso de las palabras pero rara vez nos detenemos a analizarlas. Al recordar volvemos a pasar por el corazón a las personas y las situaciones vividas, pero al hacerlo dulcificamos de algún modo aquello que ocurrió. ¿Quién no ha discutido con sus padres, hermanos, hijos o parejas alguna vez? Lo hacíamos con mayor o menor frecuencia pero, incluso si nuestra memoria nos permite evocar los motivos de los enfrentamientos, apostaría a que no los puedes sentir igual que entonces. El dolor, la rabia, la incomprensión o lo que fuera que te hizo enfrentar una batalla, pierde fuerza al ser re-cordado.
Lloramos a nuestros muertos y rescatamos los buenos recuerdos al hacerlo. Les echamos de menos y lo hacemos de forma amable, pero muchas veces olvidamos ser un poco más amables con los vivos, dejándole las riendas a la razón, que suele pecar de tozuda y obcecada. Con demasiada frecuencia nos empeñamos en convencer —o más bien, vencer— demostrando que estamos cargados de razones y argumentos.
Cuando el guerrero que llevamos dentro, se hace con el poder, nos arrastra a la batalla.
Nos asusta el paso de los años, pero hacerse mayor también tiene muchas cosas buenas. Con el tiempo, el guerrero que fuiste, va perdiendo ímpetu y pasa cada vez más horas dialogando con el anciano que serás. El guerrero se vuelve menos agresivo cuando entiende que sobre el orgullo de la victoria del vencedor planea una sombra… Un rastro que dejó el dolor del vencido. Es así cómo al guerrero, empiezan a parecerle menos dignos su gloria y los motivos de antiguas batallas .
Con los años, aumentan las situaciones y el número de personas que re-cordamos. El corazón se vuelve más activo «recordando» y esa actividad lo ensancha y dulcifica todo cuanto toca.
Mi guerrero hace tiempo que se ha cansado de batallas inútiles y cada vez se complace más en sentarse junto a la hoguera y escuchar lo que le cuenta mi anciano. Su ímpetu se ha ido suavizando.
Mis mejores amigos no lo son porque fuesen o sean personas cargadas de razones sino porque son personas amables… Tal vez sea porque pasan más veces por mi corazón. Quien sabe, quizá sea por eso…
Lo que haces hoy, conformará tus recuerdos de mañana.
Intenta no olvidarlo, me dijo mi anciano…
Gracias Toya! Desde que vi la película Del revés estoy más en sintonía con este re-cordar, con añoranza y tristeza que acoge con corazón los momentos con personas amables. Siento que esto es el combustible que nos une y nos hace humanos. Un abrazo grande!!
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Gracias a ti por comentar tus impresiones, Nacho. La peli la tengo pendiente pero estoy segura que va a gustarme 😉
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El corazón, ese centro del alma! Felicidades por el post
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Sí, supongo que es algo así…
Gracias por comentar, Juan Antonio.
¿Sabes? Hace poco leí que el corazón también tiene «cerebro». Uno propio e independiente. Seguro que deberíamos darle más participación… 😉
http://www.lavanguardia.com/lacontra/20120314/54267641495/annie-marquier-corazon-cerebro.html
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Gracias por compartir! Lo leeré atento 🙂
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Lo recordaré 🙂 Gracias
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