Una vez más, ella llegaba con los minutos corriendo en su contra, pero ya me había habituado a eso y no solía inquietarme porque no pasara la noche en casa sin haber avisado. Aun así, cuando llegó, estaba a punto de coger el teléfono para preguntarle si todo iba bien. Su tiempo y el mío no marchan a la misma velocidad; cosa lógica por otro lado, ya que nos separan más de treinta años y, además, somos madre e hija.
Mientras apuraba una taza de té y un sándwich rápido antes de volver a salir corriendo, hablamos unos minutos. Y yo, que, como madre soy un poco desastre, hace mucho que aprendí a dejar a un lado cualquier obligación cuando puedo compartir su tiempo, precioso y escaso, para escucharla sin más…
Me dejó ver su caos y sus conflictos y sonreí… Sonreí para mis adentros al ver que, con todos los años que le llevaba de ventaja. no habían mejorado apenas ni mis conclusiones ni mi capacidad de respuesta. La de escucha, sí… Pero es que de algo tenía que servirme el tiempo acumulado en mi haber.
Me sentía identificada con lo que me contaba entre un sorbo de té y otro, mientras, de reojo, controlaba la hora porque, aunque a ambas nos habría gustado dejar de lado los relojes, era consciente de que su horario de trabajo no admitía esa posibilidad en ese momento.
Se fue después de apurar los minutos y las palabras… Yo me quedé recogiendo los restos de su acelerado almuerzo y nuestra acelerada conversación. Y pensando en cuánto la amo, aunque supongo que ese no es un dato que aclare nada, ni objetivo siquiera, dado que soy su madre. Sin embargo, tal vez lo es más allá de lo que pueda parecer… Porque me di cuenta de que amo su caos. Escuchar sus dudas y sus preguntas, mucho más incluso que las respuestas que pueda construir para explicarse.
Algunas veces creo que tengo más capacidad de amar a las personas por lo que no dicen que por lo que dicen. Por sus dudas más que por sus respuestas. Por su vulnerabilidad más que por sus fortalezas. Más por sus miedos que por sus certezas.
No estoy segura de que esto que digo tenga demasiada lógica, pero es que la lógica y yo hace ya algún tiempo que estamos peleadas. Y conste que me gusta, pero… ¡me irrita horrores esa sabionda!
Hay un libro de Albert Espinosa que se llama «Ama tu caos» -no, no lo he leído, pero me gustó el título- y digo esto porque, cuando se ha ido. es lo que he pensado.. ¡Que amo su caos!
Hace poco un amigo me hablaba de su relación. Su argumento, al parecer, era: «Me da paz». A ver, que no digo que sea un mal argumento, pero no creo que ganase un concurso de esos de San Valentín. Después de aquella mujer que dijo en un programa de radio que su marido «era ordenado» como su mayor virtud, estoy indecisa de a cuál votar como declaración romántica de la década… ¿Y si llega el caos? ¿Seguirás con ella?, pensé. Pero no era momento de formular tales preguntas.
Cada vez confío menos en quienes parecen tener todas las respuestas. Mi duda es si se hicieron las preguntas o las «compraron» en algún almacén de filosofía y ética. O de algún amigo descerebrado, que los hay, de esos que te sueltan una sentencia del tipo: «Vive tu vida, disfruta sin importar dónde o a quién pisas y que le den al resto del Universo» (Miedito me dan esos…).
Que no digo yo que esté mal eso de andar soltando sentencias a troche y moche, pero, por cómodo que resulte, generalmente no son suyas. Les he visto titubear cuando entras en profundidades y pones en duda esas respuestas prefabricadas, no tanto por considerarlas falsas, sino por saberlas ajenas, adoptadas y sin digerir. Cómodas, pero huecas. Para algunos parece que no hay mayor «comodidad» que hacer propias las conclusiones ajenas. Les ajusten del todo o no. Solo que creo que eso es como copiar en un examen. La respuesta puede ser correcta, pero tú no has aprendido nada. Una especie de «pensamiento prêt-à-porter». Práctico sin duda para salir del paso, pero sólo eso…
Admito que igual soy yo quien piensa demasiado, pero a estas alturas tampoco es necesario explicar eso, ¿verdad? Soy adicta a la artesanía mental. A la mía y a la ajena. Disfruto escuchando por qué caminos transcurren los pensamientos de otros, sobre todo cuando no hay prisa y se paladean como un buen vino. Es un proceso curioso y enriquecedor. Y una afición poco difundida en estos tiempos de Take-away.
¡Jesús, como me disperso! Concluyo:
Mi interés hacia el pensamiento ajeno, escrito, publicado, dogmático, reconocido y admitido, proceda de donde proceda y de quien provenga es, en cierto modo, limitado. No por soberbia, ni porque considere que no lo hicieron bien. Ni de lejos es eso… Es más bien porque no quiero limitarme a consumir pensamientos procesados y envasados aunque vengan con un packaging molón y el nombre de un filósofo venerado en la etiqueta.
La vida carecería de sentido si nos limitásemos a aprender lo que otros dijeron sin entender lo que otros, más cercanos, sintieron.
No quiero llenar la cabeza de mis hijas de sentencias categóricas, sino enseñarles a cortejar a sus dudas como a amantes esquivos e incluso incómodos, y a encontrar sus propias respuestas aunque choquen con los dogmas. O sobre todo esas. En definitiva, a amar su caos. Al fin y al cabo, se vive con él eternamente…, así que, tal vez, no se trata tanto de entenderlo, como de amarlo.
«Bienaventurados los confusos, aunque no sean de ellos todas las respuestas, mientras sí lo sean todas las preguntas.»
Amen. Así, sin acento…
Y para terminar unos versos de José Agustín Goytisolo, hechos canción. Para ti, mi niña…
Genial!
Me gustaMe gusta
Muchas gracias, Esther ☺️
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me ha encantado tu texto Toya!! Suscribo tu reflexión…
Me gustaMe gusta
Muchas gracias, Fredi. Estoy segura!!! 🙂
Me gustaMe gusta
¡Ay esta artesana mental! Érase una mujer que pensaba mucho, que observaba mucho y que sentía más aún… Tenía tres hijas y un montón de palabras para decir y aún más silencios que ella combinaba, no sabiamente, sino «madremente», «féminamente», «intuitivamente», porque ella además de hacer tapices de pensamientos los remataba con una buena ración de sentido del humor y del amor.
Comparto tu reflexión. Me gusta leerte, y aún más escucharte.
Un abrazo, amiga.
Me gustaMe gusta
Que bonito lo que dices, Ana!!! Me encanta lo de «tapices de pensamientos» porque, si bien no me considero «artista», sí una «artesana» devota!!! 🙂
Me gustaMe gusta