Puede que el título parezca absurdo, pero es una frase que tomo prestada de un amigo y que describe esa sensación que se tiene cuando parece que los problemas de tu entorno han aparecido por generación espontánea. No son responsabilidad de nadie y acaba por parecer que «el muerto» es tuyo. No, no es porque tú lo sientas así, sino porque todos los demás escurren hábilmente el bulto y su parte de responsabilidad. Los hay muy mañosos en eso de pasarse la pelota y tirar balones fuera.
A veces parece que… «Entre todos la mataron y ella sola se murió.»
Pensaba en esto por los acontecimientos recientes, que no son sino una consecuencia más o menos directa de sucesos anteriores. Cargarle «la muerte de Manolete» a quienes disparan es algo evidente. Simplista y efectivo, ¿no? Pero tal vez nada es simple. Nunca lo es.
A ver, y ahora hablo en general.. Creo que el quid de la cuestión sería algo bastante complejo… En realidad creo que el mundo no se mueve de ese modo. Nadie es del todo inocente, ni nadie puede ser el único culpable.
Hay algo llamado «efecto mariposa» que puede aplicarse a esto de lo que hablo.
Dijo Koffi Annan, en su discurso al recibir el Nobel de la paz: «todo tiene que ver con todo y somos todos inter- retro-dependientes», por lo tanto deberíamos empezar a asumir que TODOS somos responsables de algún modo de lo que ocurre en el mundo.
Ya, ya se que somos un dechado de virtudes y buena gente a rabiar y también que somos pequeños, diminutos incluso… Nuestra capacidad de influir en el resto de la Humanidad es por tanto, a buen seguro, ridícula. Pero… Imagina, ¿ y si no lo fuese?
Supongamos que cada uno de nuestros gestos o de nuestras palabras tuviese repercusión a nivel global… (Ese es el principio en el que se basa la teoría del «efecto mariposa»)
Imaginemos por un momento que en lugar de provocar una influencia ínfima, imperceptible y por tanto despreciable matemáticamente, con nuestra manera de comportarnos o de relacionarnos con los semejantes, todo lo que hiciésemos y/o dijésemos afectase en proporción geométrica… ¿Somos capaces de imaginar algo así?
Bueno, pues creo que sí ocurre algo de eso. No existen los «hechos aislados». No es una afirmación categórica, pero es mi opinión. O si quieres, mi percepción.
Estaba viendo la película «Remember me» y el protagonista dice:
Gandhi dijo que «Todo lo que hagas en la vida será insignificante, pero es muy importante que lo hagas, porque nadie más lo hará.»
Y quiero creer que es así. Se perfectamente que no siempre somos capaces de dar lo mejor de nosotros… O no lo que los demás esperan (que parece que sea lo mismo, pero no). Somos imperfectos, estamos cargados de inseguridades, de miedos, buscamos en mayor o menor grado la aprobación ajena, el reconocimiento, la palmadita en la espalda, pero todos, absolutamente todos, venimos a este mundo provistos de algo llamado «conciencia» y más allá de normas o condicionantes externos o educacionales o culturales, venimos provistos de lo necesario para actuar de la manera correcta.
Por otro lado todos, absolutamente todos, somos reactivos. Si nos hacen daño, saltamos. Si nos sentimos «en paz», somos amor.
En cada ser humano cohabitan un Jekyll y un Hyde. Asumirlo ya es un paso. Controlar lo que hacemos y a cual dejamos salir, otro más grande.
Aceptar errores y consecuencias y no sacudirse el muerto debería formar parte del trabajo a realizar para evolucionar como especie.
Estoy segura de que todo esto que digo resulta bastante más teórico que práctico, pero me ha dado por pensar que son pocos los que toman decisiones sobre su grado de responsabilidad e implicación respecto a lo que les ocurre al resto de seres del planeta y a eso de que lo tengamos todo «manga por hombro».
Entono el mea culpa, porque a buen seguro puedo hacer más, así que no voy a negar que, tanto en lo universal como en lo doméstico… ¡Yo maté a Manolete!
Terminaré este post con una canción que habla de como nuestras vidas están irremediablemente enlazada con la de los demás.
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