El padre de Billy Elliot
No sé la de veces que he visto Billy Elliot. Hoy la hacían en televisión y no he podido -ni querido- evitar volver a verla. Las buenas películas son como los buenos libros: No sólo no importa volver a ellos, aunque ya sepas lo que va a ocurrir, sino que diría que conviene volver. Siempre vas a encontrar algo nuevo, algo que te pasó desapercibido o detalles que no recordabas.
Supongo que el hecho de que hoy sea el «Día del Padre» ha hecho que me fije especialmente en ese personaje: el padre de Billy.
Muchas cosas han cambiado en nuestro concepto de que es ser padre (o madre) respecto a lo que eso representaba en generaciones anteriores a la nuestra. Frases del tipo: «Cuando seas padre, comerás huevos» «Porque lo digo yo, que para algo soy tu padre» y muchas del mismo calibre, nos parecen a día de hoy, totalmente desfasadas.
Si bien es verdad que en nuestros primeros años necesitamos que la figura paterna cumpla unos determinados requisitos, no es menos cierto que esos varían conforme crecemos. No podemos criar hijos con criterio, si luego no les permitimos ejercerlo. Que te cuestionen no resulta cómodo, pero es un saludable síntoma de que son seres completos y con capacidad de pensar por si mismos. Eso no significa que haya que transigir con ninguna falta de respeto, por supuesto. Y no, no nos gusta que nuestros hijos nos cuestionen, pero igual no nos viene nada mal que lo hagan…
Yo no quiero hijos con una fe ciega en lo que digo y lo que hago. Quiero hijos que sean seres completos e in-dependientes. El respeto ha de ser bidireccional.
Considero fundamental que los padres, además de marcar unas ciertas directrices, tengamos capacidad de escucha. Nuestro papel fundamental en realidad es el de «posibilitadores». Posibilitadores del desarrollo completo de aquellos que en realidad no son nuestros, sino que sólo están bajo nuestro cuidado. Es algo que no debemos olvidar.
Nadie en este mundo ha nacido para satisfacer nuestras expectativas. Si bien es lógico y natural que intentemos que alcancen todo el potencial necesario para sentirse cómodos en la sociedad en la que tienen que vivir, no debemos olvidar que nuestro reto es conseguir que logren «sus» metas. Sean las que sean… Incluso aunque no sean las que un día soñamos para ellos. No son responsables de nuestros sueños. Sólo de los suyos.
Ser padres no es tarea fácil. Quien haya pasado la barrera de la admiración incondicional de sus hijos, sabe de que hablo. Tal vez un día descubras que ya no eres su referente vital. Tranquilo, suele ser algo transitorio… Si lo haces medianamente bien, un día volverás a serlo. Eso significará que hiciste un buen trabajo. Y mientras llega ese momento, tal vez harías bien en cuestionarte cuando ellos lo hagan. Nadie posee la «verdad absoluta», ni tampoco puede trasmitir un mensaje si no es coherente con lo que predica.
Cuando tus hijos te cuestionen, cuestiónate. Tal vez no siempre sean justos, pero ten por seguro que sus dudas son sinceras.
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