Hablando de metas

Las cosas no siempre ocurren como teníamos previstas. Admitámoslo, la vida está llena de acontecimientos que no habríamos podido imaginar siquiera y hemos de aprender a adaptarnos y a vivir con ello. Y no, a veces no es nada fácil encajar las consecuencias que provocan esos imprevistos, pero en cualquier caso ten claro que, si todo lo que te ocurre, importa,  es más importante aún lo que haces con ello

¿Eres de los que deseas conseguir alcanzar tus metas, sin importar nada más? ¿Tu satisfacción o ese pequeño triunfo vale cualquier precio? 

Esta historia me ha parecido maravillosa, porque así es la gente que me gusta: la que cuando es necesario, se olvida de todo lo que hasta ese momento le parecía muy importante. La que es incapaz de hacer oídos sordos a quien pide ayuda o de mirar hacia otro lado. 

No sé quién ganó la competición, pero hay otro ganador. En esta historia lo tengo claro, y son dos.

 Llegar a la meta

En el deporte —como en la vida— no todo es como aparenta. A veces no se trata de triunfar, y esta historia es una muestra de ello.

Se realizó una competición de atletismo en Michigan, EE.UU., en el que Boden Fuchs, de 9 años, quedó rezagado nada más comenzar la carrera, entonces el niño se acercó a Miles Kerr, a quien sin conocerle le dijo: «¿Señor, haría el favor de correr conmigo?».

Kerr, un infante de marina, que también participaba en la prueba e iba uniformado con sus botas, su pesada mochila y pantalón reglamentario, no se lo pensó dos veces para dejar de lado sus deseos de ganar la competición y decidió recorrer el resto de kilómetros junto al niño.

El marine, de 19 años, terminó en último lugar en su categoría.
«Yo solo hice lo que cualquier hombre haría», dijo después Kerr a través de su cuenta de Twitter.

A veces, el que primero alcanza la meta no es el vencedor ¿verdad?

Mil gracias a María Montañes, la persona que me hizo llegar esta historia.

Del “por qué” al “para qué”

 

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Hace tiempo que no actualizo este espacio. A veces ocurren cosas que no teníamos previstas y todo da un vuelco. Cambian los planes y las prioridades. Es entonces cuando, más que nunca, necesito ir encontrando respuestas. Lo que ocurre es que no siempre te haces las preguntas correctas.

No creo en la casualidad, sino en la causalidad. Todo ocurre por algo, aunque a veces seamos incapaces de entenderlo.

Vivimos atrapados en un cuerpo físico que nos limita, pero somos mucho más que eso. De lo contrario nada tendría sentido. ¿Para qué la consciencia, la capacidad de soñar, de crear o de sentir? No se si lo que digo tiene alguna lógica, pero así es como lo siento. Podemos llamarle espíritu, energía, alma o lo que más cómodo os resulte, pero de verdad que creo que somos mucho más que un cuerpo físico.

Llegados a este punto y aceptando la premisa de que es esa “espiritualidad” la base fundamental, todo adquiere otro sentido.

Cuando nos ocurre algo que escapa de nuestro control, solemos preguntarnos: ¿Por qué? ¿Por qué a mí? Y podemos quedarnos descolocados y sin capacidad de reacción durante un tiempo más o menos prologado. Lo malo de hacernos esa pregunta es que nos ponemos, de forma más o menos inconsciente, en el papel de víctimas de las circunstancias y eso nos deja sin capacidad de reacción.

Si volvemos a la premisa de que somos algo más que un pedazo de carne con cerebro, habríamos de concluir que esa parte espiritual es la que de verdad importa y que es la que puede mejorarse durante todo el tiempo que estemos aquí, aunque el cuerpo avance hacia el deterioro físico. Es más, avanzar hacia ese crecimiento sería el objetivo fundamental de lo que nos ocurre.

Si todo lo que he dicho no es una auténtica locura —cosa que no descarto—, la pregunta correcta cuando somos empujados fuera de nuestra “zona de confort” debería ser ¿Para qué me pasa esto? Entonces todo adquiere un sentido bien distinto y pasamos de ser víctimas de las circunstancias, a seres con capacidad para reconducirlas y crecer.

No es fácil ni rápido hacer este cambio de pensamiento. Tampoco es la panacea. Reconozco que a veces ni aún cambiando la pregunta consigo acercarme a la respuesta, pero tal vez sea cuestión de insistir.

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Preguntarse como utilizar lo que nos ocurre, cuestionar para qué nos ha ocurrido, nos acerca tal vez más a encontrar algo de lógica; pasamos de victimas a actores con capacidad para utilizar las circunstancias en nuestro crecimiento.

Se dice que alguien le preguntó a Miguel Ángel cómo podía transformar un trozo de mármol en algo tan hermoso como el «David». El respondió: “Estaba dentro del bloque de mármol; me limité a sacarlo y a quitar lo que le sobraba”

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Tal vez tengamos que tener otra mirada hacia lo que nos ocurre, fijarnos en aquellas circunstancias que nos empujan fuera del espacio que controlamos, porque es ahí donde hemos de trabajar.

Tal vez solo tengamos que eliminar lo que nos limita y nos impide ver lo que en realidad ya somos.

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