Son muchas las voces que se escuchan estos días y que cuestionan si la huelga del 8 de marzo tiene sentido o no a día de hoy. Nada es cuestión de blanco o negro, claro. A buen seguro que algunos encuentran sus argumentos muy razonables cuando ridiculizan el deseo de quienes la hagan o la apoyen, pero que alguien dé su parecer no implica que otros tengan que estar de acuerdo, ¿no es verdad?
En este caso en concreto a mucho papanatas sientacátedras le debería caer la cara de vergüenza antes de abrir la bocaza. Verán, señoros, hay argumentos incuestionables para quienes la consideran necesaria y eso, de por sí, debería merecer todo su respeto. El hecho de que yo me duche o no, puede parecerle lo que a usted le plazca pero no obligo a nadie a que lo haga. Pues esto es parecido. ¿Es higiénico hacerlo? Sin duda… Y usted puede ser todo lo guarrete que le parezca, pero lo que no puede es cuestionar que ducharse es saludable.
Entiendo que uno puede decidir ser partícipe o no en una cuestión cualquiera pero quienes sentencian que no hay «razones objetivas» para la huelga tal vez harían bien en mantenerse al margen de meterse en esos charcos.
Creo en la libertad de expresión, por supuesto, pero también en que no todas las opiniones necesitan ser expresadas. En este caso en concreto pueden ser omitidas aquellas que son expresadas por quienes no pertenecen al género femenino. Con todos mis respetos, los hombres no tienen derecho a cuestionar cómo sienten o perciben ciertas cuestiones las que sí pertenecen a ese género aunque, obviamente, no todas la mujeres, por el mero hecho de serlo, tengamos que coincidir ni en este ni en ningún otro tema.
En estos momentos hay un debate abierto respecto a las pensiones y uno puede apoyar o no lo que reivindican nuestros mayores, pero lo cierto es que todos nosotros somos susceptibles de estar en esa situación en algún momento. Ser mujer o no serlo (eludo referencias a la comunidad LGTBI por no liar la madeja), ser mujer, digo, es algo que nos viene dado y que, aunque no a todas nos afecte por igual a la hora de deambular o interactuar en el mundo, lo innegable es que somos susceptibles de que sí nos condicione el mero hecho de haber nacido féminas. Un hombre jamás se verá en determinadas circunstancias. Pueden entender o no, apoyar o no, pero en cualquier caso deberían respetar lo que nosotras decidamos, sin pontificar. No tiene autoridad moral (como género) para ensañarse, ridiculizar o tachar de obsoleto el que se siga celebrando ese día y que el debate, incluso se haya recrudecido.
Para mucho «macho alfa» parece que el hecho de que tengamos derecho a votar, a abrir una cuenta o a elegir si queremos ser madres o no, prácticamente zanja el asunto. Y ni muchísimo menos es un tema zanjado, «señoros».
Que un hombre me diga que es lo que puedo hacer, no hacer o sentir respecto a algo que solo nos atañe a las mujeres es, de por sí, argumento suficiente para desacreditar lo que diga a continuación.
Palabras como sororidad, solidaridad o empatía existen, y existen porque tienen un significado y una razón de ser. Lo entiendan o no.
James Rhodes en su libro Instrumental dice: «La verdadera compasión nace cuando se entiende que lo que alguien percibe como la verdad es, a todos los efectos, la verdad». En lugar de compasión, en este tema que nos ocupa, prefiero usar empatía. Creo que en esto no es tanto cuestión de compadecernos como de empatizar. Y ante todo de respetar.
Que algo no me afecte directamente no significa que no deba preocuparme. No he sufrido una ablación y tampoco una violación, pero eso no las convierte en inexistentes. Soy, en cierto modo, cualquier mujer que sí ha sufrido una salvajada así cuando empatizo con ese sufrimiento innecesario e inexplicable.
No hablo de temas personales o vivencias laborales propias para argumentar lo que pienso porque eso sería algo anecdótico y la parte no hace el todo, pero negar la discriminación por razón de sexo es tan absurdo como negar la discriminación racial por el hecho de que uno mismo no sea racista.
No importa si yo secundo o no la huelga. No cuestiono si otras mujeres la hacen o no. Es su decisión y su libertad. No voy a subirme a ningún púlpito para explicarle a nadie lo que está bien o mal. Ya hay demasiados voluntarios para dar su opinión. No, su opinión no… que eso sería perfectamente lícito. Lo que me irrita son los que sentencian, desacreditan y exponen su parecer como algo incuestionable. Eso, con todo mi respeto (sinceramente, muy poco) sí que me parece tremendamente estúpido.
Agradezco enormemente tu lectura «pausada» y tu comentario honesto. No sé si me hace bien escribir pero se que, algunas veces, no me hace ningún bien callar. Y mira que callo… Pero como dice el chiste, hay veces me salen subtítulos. Respeto las creencias de cada cual en este como en cualquier otro tema; lo que me cabrea es que quienes están en contra, pontifiquen, desacrediten y manipulen. Tampoco me gustan quienes lo hacen estando a favor. Pontificar, desacreditar o manipular no me gusta y punto. Mi intención y la de este blog que inicié hace bastante tiempo no es otra que «Romper el asfalto» porque sólo quien pone los pies en tierra puede ser medianamente objetivo sobre cualquier cuestión. Es lo que intento. Sólo eso. Andar descalza todo lo que puedo…
Gracias de nuevo, Ana.
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Por fin te leo. Me gusta leerte porque sé que escribir te hace bien, porque todo esto que me ha llevado días leer hasta el final, (no son tus palabras, es mi tiempo estragulado) sé que te viene bien compartirlo, que te sientes bien haciéndolo. Vivimos tiempos en los que parece que si no se opina del tema de turno no se es persona. Te leo y, como mujer y persona, te entiendo, entiendo tu cabreo que aparece en algunas frases y hasta algún silencio que comparto. Me cansa todo el debate que hay montado, las informaciones confusas y manipuladas, el entramado de algo que se quiere visibilizar, pero que dudo si es desde la honestidad, o desde los intereses creados, y a la postre y como otras tantas veces, hay alguien que quiere manipular, incluso de mujer a mujer. Seamos libres y honestas. Seamos consecuentes. He escuchado auténticas tonterías, aberraciones, sendas que abren caminos a Úbeda o más lejos; ojalá un poco de cordura y de libertad para ser. SER. Cada uno lo que sea. Cada uno como crea, sin ofensas, sin menosprecios, sin juicios.
Un abrazo y gracias por tu espacio para compartir lo que siento hoy.
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