¿Por qué hablo de esto? Lo explicaré: Fui a ver una película —en realidad un documental— llamado “Searching for Sugarman” y agradezco enormemente que me lo recomendasen. Seguro que me habría pasado desapercibida.
Habla de mucho más que de la historia de un músico desconocido: Habla de perseverancia, de dignidad extrema, pero también de mezquindad y de manipulación. Cuando empezaron a desfilar los títulos de crédito, estaba sin palabras y pegada al asiento intentando asimilar todo lo que acababa de ver.
Un día te das cuenta de que, no atreverse —tal vez por si no lo haces tan bien como te gustaría—, es solo el primer paso para autolimitarse. Puede que no te sientas seguro o que busques sentirte apoyado, pero ante la indiferencia de quienes te rodean, desistas pensando que no vale la pena recorrer un nuevo camino que, tal vez, no lleve a ninguna parte…
Eso te lleva a una mutilación que, en gran parte, te has hecho tú mismo.
Si haces algo, lo que sea, lo normal es tengas un propósito: Yo escribo. Por supuesto, me habría gustado una barbaridad que García Márquez no se me hubiese adelantado, escribiendo “Cien años de soledad” mientras yo andaba distraída saltando a la comba. O si eres músico es muy posible que quieras que los que escuchen tu música vibren con cada una de tus notas. Es lógico. Si eres ama de casa, sueñas con que se les salten las lágrimas a tu familia cuando prueben tu pastel de chocolate. Da igual quién seas y lo que hagas. Cuando hacemos algo en lo que ponemos pasión nos agrada el reconocimiento, pero piénsalo: ¿De verdad es eso tan importante? ¿No te estás limitando si lo haces “solo” esperando resultados? Veréis, honestidad y triunfo son dos conceptos que, solo a veces, se rozan.
La película que he mencionado va en parte de eso. Un hombre que hizo un trabajo honesto del que desconocía el resultado. O mejor dicho, estaba convencido de que era nulo. Sixto Rodriguez, un músico del que nunca se había oído hablar en su país —los Estados Unidos— pero que sin embargo triunfó en Sudáfrica, siendo el ídolo de toda una generación, sin tener ni la más remota idea de ello.
Es una paradoja que debería sacudirnos los miedos: Si quieres hacer algo, empieza ahora. Si tienes un sueño, ve a por él. No te acomodes ni te rindas. Lucha lo mejor que puedas y sepas. Hazlo con absoluta honestidad. No te guíes por los resultados. No siempre se acierta o llega el reconocimiento, pero eso no debería ser excusa para no hacerlo, ¿no crees?
Es bueno hacer lo que uno quiere, y luchar por nuestros sueños, pero…. los resultados, sean buenos o malos, nos permiten evaluar la calidad de nuestro trabajo. Si son buenos, perfecto; si son malos, toca cambiar y mejorarlos. Pero a la larga se necesitan resultados, llámalo recompensas, remuneraciones, o justiprecio. Todos necesitamos una remuneración por nuestro trabajo, al menos para subsistir. Porque, como dice mi madre, «el arte por el arte está muy bien, pero hace falta comidita para toda la semana».
Me gustaMe gusta
Tienes toda la razón, Luis, pero a lo que me refiero es que hay que hacer las cosas con dignidad. Da igual que seas barrendero o ministro. Un trabajo honesto no debe depender de lo que recibas a cambio, aunque por supuesto es deseable… y necesario.
Me gustaMe gusta
de los mejores rockanrolleros de los 70′!!!
Me gustaMe gusta
Seeeeeee!!!! Come on, baby!!!
Me gustaMe gusta